sábado, septiembre 28

La última mañana

Un rayo de sol se asomaba por la cortina mal cerrada. Me pesaban los párpados y no, no pude abrirlos. Activé mis otros cuatro sentidos: sentía su calor a mí costado al rozar mi piel con la suya, tenía el sabor de sus besos todavía en mi boca, escuchaba su respiración profunda y olía su perfume de siempre que tanto emanaba. Juro que podía quedarme toda mi vida echada en esa cama escuchando su simple respiración con un ritmo perfecto. Pero no pude, no me contuve. Me deslicé hasta su oreja, "buenos días" le susurré, antes de darle un mordisco. Él solo atinó a voltearse para retenerme en sus brazos y roncar por lo bajo. Abrí mis ojos y empecé a delinear cada contorno de su rostro con mi mirada, para luego enamorarme más de él y llenar cada centímetro de su piel con mis besos. Él sonrío, y se despertó, para luego seguirme el juego de los besos. "Eres increíble" fueron sus primeras palabras del día.

Me pasé toda la mañana peinándole el cabello con mis manos, contando los lunares de su cara, y regalándole un beso cada cierto tiempo. Él no dejaba de sonreír y ponerme el cabello detrás de la oreja. No despegaba su mirada de la mía: ese era el chico que yo conocía. "Te extrañaba" no dejaba de repetirme, "sigo siendo la misma" le respondía. Pasamos horas conversando, lo que siempre nos caracterizaba, jugando como niños y bailando también sobre la cama, sin música, solo nosotros. Volví a cometer las mismas manías con él, porque sé que le encantaban. Me puse su polera y me fuí a la cocina... "ven" le dije.
Se sentó frente a mí,  echó tres cucharadas de café a su taza y se comió el pan con mantequilla que le preparé. No podíamos dejar de mirarnos, irradiabamos la tensión más bella de todas. Eramos cómplices aquella mañana. Prendió su cigarro e inundó la casa de ese olor que yo tanto disfrutaba. "Ven" me dijo. Me senté en sus piernas, me invitó de su cigarro, olió mi cuello y mi cabello una y otra vez, y lo besé como si fuera la última vez. Le di  lo mejor de mi, que sé que le gustaba y que extrañaría al no tenerlo.

 El rayo de sol que se asomaba evidenciaba que ya era mediodía. Me paré del sillón con mucho cuidado para no despertarlo nuevamente. Se había quedado dormido... Estaba cansado, pero sé que estaba feliz porque lo había escuchado, como los viejos tiempo, como a él le encantaba. Le dejé un beso impregnado en los labios y me fui a su cuarto a cambiar. "¿A dónde vas?" me susurró cogiéndome de la cintura, agarrándome desprevenida. "A casa" le contesté. Me puse mis panties, mi gorra, me perfumé y me puse mi bufanda, sin hablarle y sin mirarle.
   
 Cogí mi bolso, dejé su cajetilla en su mesa de noche, y recordé que hacía sol... por eso dejé mi bufanda sobre su almohada. Me dirigí a la puerta de su casa y al abrirla escuché a mis espaldas una voz curiosa y con un hilo de satisfacción (él se olía mi respuesta) "¿Cuándo nos volvemos a ver?", me preguntó. Solo atiné a voltearme y antes de irme y cerrar la puerta le respondí "Cuando te lo vuelvas a merecer"...y le di la respuesta que él no se olía, por primera vez en toda nuestra historia: "Nunca más".
       
Un rayo de sol se asomaba por las calles. Me dirigí a clases, me senté en ese mismo lugar de siempre, volteé la mirada y una sonrisa se me escapó al mirarlo. "Ya habrá otro que merezca todo lo bueno que puede uno dar" pensé cuando lo vi. Volví a mirar al pizarrón y cuando volteé nuevamente... él me estaba mirando.
- every end is a new beginning