viernes, diciembre 6

Ella es

Recuerdo la primera vez que la vi. Estaba en el gimnasio. Creía que tenía unos 15 años y pensé "...qué ridículo que alguien tan chica venga..." Me acuerdo que me llamó la atención, porque era simpática, pero era tan solo una niña. Cada vez que la miraba para examinarla un poco me esquivaba la mirada. Tenía ese ceño fruncido de pocos amigos. Yo quise lucir amigable, como siempre, pero no, ella no parecía interesada.  Pasada las semanas me di cuenta que ella empezó a mirarme. Sí, es increíble cómo ellas te hacen caso cuando tú decides ignorarlas. Pero es una niña, ¿qué iba yo a fijarme en ella?
Ese verano la vi. Era diminuta, peso pluma. Si la tocaba apuesto que se rompía. La vi nadar, la vi tomar sol, la vi leer y escuchar música con todo el calor encima. Ya no me parecía tan niña, quizás tenga unos 16 años. Quién sabe. Pero esa cara de chupar limón me incomodaba. Si era tan pequeña ¿por qué siempre la notaba amarga? Una tarde vi como se metía a la piscina. Tocaba el agua con sus pies, se metía lentamente por la escalera hasta que el frío le llegaba al estómago, luego contaba hasta 10 (seguro 10 segundos para ella, en realidad pasaban 10 minutos) y se zambullía de una, para luego salirse. No disfrutaba ni un minuto dentro. Me desesperaba. Era una persona de 70 años dentro del cuerpo de una de 16. 
Al día siguiente fui, pero fui con un solo propósito el cual había pensado toda la noche anterior para saber cómo hacerlo. La vi de nuevo, como esperaba, haciendo su rutina de siempre, metiéndose a la piscina. Sin pensarlo me paré, corrí, y me tiré exactamente en el ángulo perfecto para salpicarle toda el agua posible. No me importaba nada, solo molestarla. No podía irme sin hacerlo. Cuando salí, la vi. Era una pequeña empapada, su peinado estaba hecho un desastre y ella me miraba con cara atónita.
 - ¿Te mojé? - me reí
 - Un poco - me respondió con un tono de voz tan inocente. No quería hacerme notar su incomodidad. Es más, hasta me sonrió. Esa cara de molestia que tanto observé se desvaneció en tan solo un segundo al hablarme. Ella es, pensé.
Desde ese día, que aceptó meterse a la piscina conmigo hasta que sus dedos se arrugaron, no volví a ver nunca más esa cara. Y no, no tenía 16, tenía 18, y no, no era tímida. Conmigo no. Conmigo era otra, era feliz. Era mi amiga, y luego fue algo más. Todos los días pienso en cómo ella y yo nos compenetramos, en cómo fue tan solo una coincidencia encontrarnos y en cómo, gracias a mi estúpida idea la conocí. Y nunca olvidaré el día en que ella me dijo gracias, simplemente por devolverle la sonrisa que le habían robado, y por regalarle un nuevo corazón, el mío. Quizás me apuré en juzgarla, porque esa cara tenía un motivo, le faltaba algo, le faltaba todo lo que yo tenía. También me agradeció por que por mi volvió a creer en el amor, en el verdadero amor, cuando ella ya lo daba por perdido, y por ser su cómplice y su confidente. 
Fue ese día de invierno, en que la había invitado a tomar un café, que gracias a mis ocurrencias la hice reír... y ella al final, sin pensarlo ni planearlo, se le escapó un suspiro diciéndome "te amo", fue ese día en que me di cuenta de que quizás, aunque a veces no sea para siempre, el amor existe. Y hay uno, uno verdadero, uno merecido, uno correspondido especialmente para cada uno, esperando... como ella tuvo que esperarme y yo tuve que esperarla tanto tiempo. Pero como ella siempre me dice: "valió la pena".